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Salvados para hacer el bien (Tito 3:1–15)
¿Cómo puede tu gratitud a Dios expresarse en acciones concretas hacia los demás?
¿Cómo puede tu gratitud a Dios expresarse en acciones concretas hacia los demás?
La resurrección no es el final, sino el inicio de la misión de la iglesia.
El sepulcro vacío es la mayor noticia de esperanza para el mundo.
Ni la muerte ni la tumba detienen la obra de Dios.
La cruz no fue el final de Jesús, sino la culminación de su misión.
En la cruz, Jesús reinó de la forma más inesperada: sirviendo y entregando su vida.
Jesús aceptó la injusticia para darnos la libertad que no merecíamos.
Incluso en nuestras caídas, la mirada de Jesús nos llama de nuevo a Él.
El silencio de Jesús ante la injusticia revela su confianza absoluta en el plan del Padre.
La fidelidad a Cristo se prueba cuando seguirlo implica riesgos y pérdida.
La fortaleza espiritual se cultiva en oración antes de enfrentar la prueba.
Jesús nos invita a recordar su sacrificio y a vivir bajo el pacto que Él selló con su sangre.
El amor verdadero a Jesús se expresa en entrega generosa, sin reservas ni cálculos.
La esperanza en el regreso de Jesús nos impulsa a vivir vigilantes y preparados.
En medio de tiempos inciertos, Jesús nos llama a permanecer firmes y vigilantes.
Dios mira más el corazón que la cantidad o apariencia de nuestras acciones.
Amar a Dios y amar al prójimo es la esencia de la vida que agrada a Dios.
El Dios que adoramos no es de muertos, sino de vivos, y nos llama a vivir con la esperanza de la resurrección.
Reconocer lo que es de Dios y darle su lugar transforma nuestra vida y nuestras prioridades.
Rechazar a Jesús es rechazar la vida misma que Dios ofrece.
Reconocer la autoridad de Jesús es el primer paso para vivir bajo su señorío.
La fe verdadera se refleja en una vida que da fruto y busca la presencia de Dios con sinceridad
Jesús entra en nuestras vidas no con ostentación, sino con humildad y autoridad.
Cuando clamamos con fe persistente, Jesús se detiene para obrar en nuestra vida.
En el Reino de Dios, la verdadera grandeza se encuentra en servir, no en ser servido.
Seguir a Jesús requiere rendir lo que más valoramos para recibir lo que solo Él puede dar.
El Reino de Dios pertenece a quienes lo reciben con la confianza sencilla de un niño.
El matrimonio es un pacto diseñado por Dios para reflejar su unión fiel y amorosa con su pueblo.
La grandeza en el reino de Dios se mide por la humildad, el servicio y la fidelidad.
La fe genuina se aferra a Jesús incluso en medio de la duda y la imposibilidad.
Cuando contemplamos a Jesús en su gloria, entendemos mejor quién es y qué vino a hacer.
Reconocer a Jesús como el Mesías implica seguirlo en el camino de la cruz.
Jesús nos guía en un proceso de sanidad y claridad espiritual.
La incredulidad y la dureza de corazón pueden cegarnos ante la obra de Dios.
Jesús conoce nuestras necesidades y las suple con abundancia.
Jesús abre lo que está cerrado para que podamos oír y proclamar su verdad.
La fe humilde abre puertas que parecen cerradas.
La verdadera pureza comienza en el corazón.
El Señor está presente en medio de la tormenta y en la orilla.
En las manos de Jesús, lo poco se vuelve suficiente.
La verdad vale más que la vida misma.
Jesús te envía equipado para cumplir su misión.
Un corazón cerrado pierde lo que Dios quiere hacer.
La fe perseverante abre la puerta a la obra de Dios.
Jesús rompe las cadenas que nadie más puede romper.
Cuando Jesús está en tu barca, la tormenta no tiene la última palabra.
Lo que Dios siembra en ti crecerá, aunque no lo veas.
Tu respuesta a la Palabra define tu cosecha.
La verdadera familia se une por la voluntad de Dios.
¿Cómo respondes cuando seguir a Jesús implica costo?
Jesús prioriza el bien sobre la tradición.
Dios te da reposo para disfrutar, no para cargar peso.
Deja que Dios renueve tu manera de vivir la fe.
Jesús ve potencial donde otros ven pasado.
Nada es un obstáculo cuando crees en Él.
Jesús quiere tocar las áreas rotas de tu vida.
Jesús no solo habla de cambio, lo hace posible.
¿Qué estás dispuesto a dejar para seguirle hoy?
Recuerda que Dios afirma tu identidad antes de tus logros.
Dios cumple sus promesas: ¿estás listo para recibirlas?