Lucas 18:9–14

Distinguir entre la autosuficiencia religiosa y la humildad sincera, para aprender a acercarse a Dios confiando en su gracia y no en los propios méritos.

Todos conocemos a alguien que presume de sus logros o que siempre se compara con los demás para quedar bien parado. Pero también conocemos lo contrario: personas que reconocen su necesidad y piden ayuda con sencillez. Jesús contó esta parábola para mostrar cómo Dios ve el corazón más allá de las apariencias. No se trata de cuántas obras tienes para mostrar, sino de cómo te acercas a Él. La pregunta clave es: ¿con qué actitud entras tú en la presencia de Dios?

• ¿Cómo reaccionas cuando alguien se compara contigo para destacar o minimizarte?
• ¿Qué te cuesta más: reconocer tus fallas o aceptar la ayuda de otro?
• ¿Qué actitud sueles llevar a la oración: lista de méritos o clamor de necesidad?

1. 18:9 — El público de la parábola. ¿A quién dirige Jesús esta enseñanza? ¿Por qué era necesario confrontar a los que confiaban en sí mismos? ¿Qué señales de esa actitud notas hoy en tu entorno o en ti mismo?
2. 18:10–12 — La oración del fariseo. ¿Cómo ora el fariseo y qué palabras usa? ¿Qué revela sobre su confianza en sí mismo? ¿Qué actitudes parecidas encuentras cuando te comparas con otros?
3. 18:13 — La oración del publicano. ¿Qué gesto y palabras usa el publicano delante de Dios? ¿Qué muestra sobre su conciencia de pecado y necesidad de misericordia? ¿Cómo podrías incorporar más humildad en tu forma de orar?
4. 18:14 — El veredicto de Jesús. ¿Qué contraste hace Jesús entre el fariseo y el publicano? ¿Qué significa ser “justificado” delante de Dios? ¿Cómo impacta tu vida saber que Dios exalta a los humildes y no a los autosuficientes?

Reflexión teológica
Esta parábola revela que el acceso a Dios no depende de méritos, rituales o comparaciones, sino de la humildad que reconoce necesidad. El fariseo confiaba en sus obras y se sentía superior; el publicano solo clamaba por misericordia. Jesús declara que este último fue justificado: declarado justo por la gracia de Dios. La verdadera oración nace de un corazón quebrantado, que confía más en la misericordia divina que en sus propias fuerzas. En Cristo, la justificación no se gana, se recibe como regalo.

1. Haz un ejercicio de oración esta semana sin “explicaciones” ni comparaciones: solo reconoce tu necesidad y pide la misericordia de Dios.
2. Cada vez que te sorprendas comparándote con alguien, haz el esfuerzo de agradecer a Dios por su gracia en tu vida y en la de esa persona.
3. Elige un acto sencillo de humildad: pedir perdón, reconocer un error o recibir ayuda sin excusas. Hazlo como práctica de dependencia de Dios.

Dios justo y misericordioso, gracias porque no me recibes por lo que logro, sino por tu gracia. Perdona mi orgullo y mi tendencia a compararme. Enséñame a acercarme a ti con humildad sincera y a vivir confiado en tu misericordia que me justifica en Cristo. Amén.